<!El mundo está inmerso en un conjunto de crisis (pandemia, cambio climático, agotamiento de recursos fósiles, disputas por la hegemonía mundial y crisis económica) que están convulsionando la práctica totalidad de las estructuras políticas y sociales. El conjunto de estas crisis, que discurren paralelas y se entrecruzan, tienen en el Medio Ambiente el punto de origen y encuentro. También su solución. Por todo ello, se impone la adaptación industrial, comercial y de consumo a los tiempos que ya vivimos y la construcción de herramientas útiles para afrontarlos.
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La pandemia vino a poner al descubierto las debilidades intrínsecas de la economía española y más específicamente de su sector industrial, subsidiario de multinacionales, que vive en reconversión permanente y cuyo resultado es un proceso de desindustrialización y deslocalización continuo. Aún más preocupante es el hecho de que la pandemia, en sus momentos más críticos (marzo 2019), demostró que la debilidad industrial del país era tan manifiesta que se dejó desasistida a la población de componentes necesarios o sustancias básicas, viéndose así en el deber de acudir a unos mercados internacionales también próximos al colapso interno. La crisis existente se manifestaba en círculos de dependencia y especulación comercial que ponían de manifiesto que la globalización carecía de planificación y solo obedecía a la caótica ley del máximo beneficio.
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Si alguna lección cupiera extraer, respecto a la industria que representamos, no debería de ser otra que la de la necesidad de recomponer el modelo de desarrollo sectorial sobre bases de sostenibilidad ambiental, soberanía industrial, carácter estratégico, compromiso público, economía circular, e impulso a la innovación tecnológica. Para intentar revertir, al menos en parte, los efectos de una globalización que ha carecido de herramientas de gobernanza eficaces y justas ante situaciones de emergencia social, económica e industrial.
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